Habrás oído mucho eso de “mente sana in corpore sano”. Más, ¿cómo se logra tal equilibrio? Solo hay un tipo de alimentación o, mejor dicho, de cocina, que pueda ayudarte; la cocina macrobiótica. ¡Te vamos a desvelar sus grandes secretos!
¿Qué es la cocina macrobiótica?
Antes de entrar en materia, ¿qué es y en qué consiste? Se habla mucho sobre ella últimamente, sobre todo de la cocina macrobiótica mediterránea, pero, ¿en qué se diferencia de otros tipos?
Tal y como aprenderás a lo largo de este texto, su objetivo es separar los alimentos, y prepararlos, de una forma concreta, con el fin de poder aprovechar todos sus nutrientes para fortalecer la salud de nuestro cuerpo de forma integral.
¿Cuáles son los alimentos más utilizados en la cocina macrobiótica?
Te habrán hablado mucho sobre los alimentos, o ingredientes, que forman parte de una dieta macrobiótica. Pero, exactamente, ¿cuáles son los más utilizados y cómo se organizan?
Los alimentos básicos, ¿cómo se reparten?
Por un lado, tenemos los “alimentos más equilibrados a nivel nutritivo y energético”, esto es, los alimentos que más debes consumir a diario. Entre ellos se encuentran los cereales integrales, las legumbres, los vegetales de estación, frutos secos, semillas, alimentos fermentados, las frutas de la estación y, en menor proporción, la proteína animal como el pescado.
Por otro, encontramos lo que se conocen como “alimentos extremos”, los cuáles hay que evitar utilizar o consumir en pequeñas cantidades ocasionalmente. Estos se separan en dos grupos:
- Yang: sal cruda, huevo, carne, embutidos, quesos curados, comida frita…
- Yin: azúcar, chocolate, frutas, verduras tropicales, lácteos, bebidas alcohólicas…
¿Eres una persona que se alimenta a menudo de alimentos extremos? En ese caso, debes compensarlo con alimentos igual de extremos, solo que, al contrario. Por ejemplo, si consumes muchos alimentos salados (yang) debes compensarlo con alimentos dulces (yin).
Las verduras, y su forma de clasificación
En la cocina macrobiótica existe una forma muy concreta de clasificar las verduras; según su naturaleza energética. Estas se clasifican en tres grupos:
- Verduras de hojas: A este grupo también se lo conoce como verduras de tallo, y en él se encuentran las verduras cuyas hojas verdes crecen hacía fuera, aportando frescura, ligereza y el verdor necesario para renovar la sangre y depurar el organismo. Por ejemplo, las espinacas, verduras de la estación o el nabo.
- Verduras que crecen por encima de la tierra: Se las considera dulces, con forma redonda, y crecen cerca de la tierra, influenciando la zona central del cuerpo como el sistema digestivo. Entre ellas se encuentran la calabaza, la cebolla o la coliflor.
- Verduras de raíz: Aquí se agrupan aquellas verduras que crecen bajo la tierra, hacía abajo y refuerzan la zona baja del cuerpo. En otras palabras, ayudan a estabilizarnos, aumentando la absorción de nutrientes por parte del intestino y nos dan fortaleza. En este grupo se encuentran verduras como la zanahoria, la bardana, el jengibre y el rábano.
Cuando tengas verduras en casa, si quieres seguir las pautas de la macrobiótica, asegúrate de distribuirlas en la nevera en estos tres grupos, para no equivocarte.
Los 5 sabores en la cocina macrobiótica
Cómo bien sabrás, el objetivo de la macrobiótica es equilibrar nuestro plato de comida. ¿Cómo puede ayudarnos en esto la cocina macrobiótica? Muy sencillo, a través de la teoría de los 5 elementos, entre los que clasificaremos y diferenciaremos los cinco sabores básicos. Esto nos permitirá integrar todos los alimentos necesarios en nuestro menú diario.
- Sabor dulce: El sabor más básico, y el que debe predominar. Este sabor nos nutre, nos da centro y nos apacigua. Por ejemplo, los cereales integrales, las legumbres, la fruta y las verduras.
- Sabor salado: Este sabor nos tonifica y activa, creando acción, movimiento y calor en nuestro cuerpo. Un ejemplo son los condimentos como la sal marina, el gomasio, las algas el shoyu.
- Sabor ácido: Su objetivo es activar la función hepática y la digestión de las grasas. Un sabor con un efecto calmante en nuestro organismo. Puedes utilizar vinagre de manzana o de arroz, así como cítricos o pickles como el chucrut.
- Sabor amargo: Un sabor que depura, enfría y activa la circulación. ¿Alimentos con este sabor? Las semillas tostadas, las hojas de achicoria o las endivias.
- Sabor picante: Con este sabor activamos el funcionamiento intestinal, y tonificamos las vías respiratorias, movilizando la flema, y ayudando a eliminar el calor corporal. El jengibre, las hojas de mostaza, el rabanito crudo o la cebolla son algunos alimentos que entrarían dentro de este grupo.
Cómo puedes ver, en la cocina macrobiótica cada alimento que podemos consumir se incorpora a un sabor o, lo que es lo mismo, un elemento, con el único objetivo de conseguir el perfecto equilibrio en el plato.
La correcta preparación de los alimentos
Algunos te habrán dicho que puedes utilizar la cocina macrobiótica para adelgazar. Es cierto, pero no es una dieta milagrosa ni mucho menos. Adelgazar es solo uno de sus múltiples beneficios, y todo por la forma en la que se preparan los alimentos.
Por ejemplo, si hay que preparar algún alimento en sartén, o a la plancha, no se utilizan aceites grasos como el de girasol. Incluso hay quien dice que no habría que utilizar el aceite de oliva. El más recomendado es el aceite de semillas de sésamo, por sus propiedades nutritivas.
Lo mismo pasa con las verduras. Primero de todo, estás tienen que ser 100% naturales, evitando las que se hayan cosechado con pesticidas y otras sustancias dañinas para nuestro organismo. A la hora de prepararlas, es mejor utilizar sal marina si vas a hervirlas. Aunque, como mejor se aprovechan todos sus nutrientes es haciéndolas al vapor.
Y no lo olvides, organiza todos tus alimentos según la regla de los 5 sabores, así como te recomendamos organizar las verduras según el tipo que sean, ¡y así no tendrás ningún problema!